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lunes, 22 de abril de 2013

Felipe


Levanto lentamente su cabecita, el olor dulce que provenía de  la cocina lo había despertado. Solía pasar horas y horas en su cunita, o a veces también en distintas partes de la casa, durmiendo.
Giro la cabeza de un lado a otro asegurándose de que nadie lo estuviera mirando. 
Se paro y comenzó a caminar indiferente, orgulloso, moviendo su cola de acá para allá y apoyando sus patas en el suelo con ligereza.
En el camino ya se podía imaginar de que sabor seria, de qué forma, de que tamaño.
“PUM”, sus orejas se pararon percibiendo de donde venia el sonido, pero no fue de mucha importancia para Felipe ya que retomo su camino.
Cada paso que daba era acompañado del movimiento de su panza, la cual se movía sin parar. La palabra holgazán era la que mejor lo describía. 
Se paro junto al marco de la puerta que lo introducía a la cocina, miro y miro hasta encontrar de done provenía ese dulce aroma que lo había despertado de su interminable siesta. 
Tomo envión y a pesar de su gordura salto atacando hacia la mesa. Ya, a punto de sacar sus garras para clavarlas en el delicioso bizcochuelo escucha los pasos de alguien que estaba viniendo.
Como un buen gato inteligente, Felipe dio un salto al piso y se sentó para simular que no estaba haciendo nada. Se lamia las patitas con inocencia.
Aburrido de esperar  que se fueran de la cocina volvió caminando, con su forma delicada y altanera, a su cunita. Amaso las frazaditas un rato, se acostó y acompañado de su ronroneo se volvió a dormir.